sábado, 22 de septiembre de 2012

Relatos: Correr.


Relato: Correr

Por: Karen M.
Obtenido de http://tejiendoelmundo.wordpress.com/

Sólo sé que nos persiguen, caminantes sin mente poseídos por un hambre caníbal del que jamás podrán liberarse. Heme aquí luchando por abrirme paso entre cacharros de metal sin gasolina esparcidos en un imposible laberinto que complican el paso a cualquiera, incluso a ellos.
¿Dónde está Ali?, ella estaba justo a mi lado, hace unos momentos…
Eso creo. Porque de repente me siento confusa en relación a mi sentido de orientación.
Lo único que tengo bien claro es que tengo qué ir rápido, más rápido. Veo a más personas huyendo hacia la misma dirección, lejos, algunos gritando desesperados por encontrar un lugar donde ponerse a salvo. No son muchos, después de todo. Ya no quedamos muchos.
-¡Ali! –trato de gritar, aunque mi garganta está seca. Extrañamente seca. Tengo tanta sed… No recuerdo cuándo fue la última vez que tomé un trago de agua. En cualquier caso, no es lo más importante ahora, mientras siga avanzando.
Algunos de los que corren pocos metros adelante me miran, supongo que me estoy quedando atrás; pero claro que no me hacen caso, mucho menos se detienen. Debe importarles más salvar su propia vida.
Quiero avanzar más rápido, pero algo me lo impide. Tal vez las exclamaciones de terror o las miradas de horror a mi alrededor.
Ali ha de andar por ahí, aún viva, tal vez unos metros más adelante, pero viva. Ella tiene qué estar bien entre la gente no contagiada. ¡Tiene qué!
Mi prima es lo único que me queda aquí, en este mundo contaminado bacteriológicamente. No puede haberle pasado nada; es como una hermana para mí.
¡Agh!, ¡Tengo tanta sed!… siento que no podré continuar por mucho tiempo… pero, ¡Por el bien de Ali!, tengo qué hacer un mayor esfuerzo.
Conforme avanzo veo los cadáveres, tanto enfermos y medio acabados como sanos medio completos, tumbados a ambos lados del camino; pareciera que una bestia pasó destruyendo a todos en su camino.
El ardor crece en mi garganta, siento que me quedo sin aliento.
Algo me llama la atención. Un azul brillante relampaguea bajo los rayos del sol, con adornos cafés insertados con hilo. Yo reconozco esa prenda; es el suéter que Ali llevaba hace rato, cuando la perdí de vista. Es que todo había sucedido de la nada; de repente la alarma se disparó y todos debimos salir corriendo de la zona bajo ataque.
-¡Ali-gh! –de nuevo no puedo gritarle, el peso de mi garganta se expande deseando agua, mis pasos se retrasan tropezando con botes de lata. Si no me muevo, me alcanzarán pronto.
Creo que casi alcanzo a mi prima; ahora la puedo ver más cerca. Me mira como si no creyera lo que ve; ¡Debe estar tan feliz de verme! Sonrío a pesar del esfuerzo que conlleva. Ella no se detiene, y eso es bueno, pues la ventaja que tiene le permitirá llegar a algún salvamento.
Siento toser con dificultad, mientras no soporto el dolor de la garganta. Se extiende poco a poco, temo caer deshidratada en un segundo. La expresión de Ali es alarmante. Y es que, miro atrás, hay muchos de ellos caminando rápido para alcanzarnos.
“¡Sigue corriendo, Ali!, ¡No te detengas!”, quisiera poder decirle, pero sé que no podré. La sed me está consumiendo, controlando mi cabeza, ordenándole que tengo qué conseguir algo para beber. Es insoportable.
Sin embargo sí puedo seguir mirándola. Y observo con detenimiento que se nota deteriorada, como cansada de tanto andar; ¿Pero quién no lo está?, todos huimos ahora. Ella también tiene la boca seca, está muy delgada, ojeras bajo sus ojos, y su ropa… su ropa está algo sucia y marcada con tiempo. Pero… ¿Cómo es posible que ese azul brillante haya reducido dos tonos su color en menos de una hora? Y los adornos cafés, están desgarrados por su carrera a través de la ciudad.
No entiendo. Sólo la perdí un poco tiempo, antes de salir del edificio de alojamiento provisional. Yo la alerté para que bajara por las escaleras de incendio, para salir por la calle de al lado, no por donde estarían los infectados; antes de que la masa humana me arrastrara por el lado contrario. Luego me encuentro de nuevo aquí, corriendo por mi vida…
Es mejor que ella siga en marcha, porque pierdo esperanzas sobre mí cuando siento un pesado caminar acercándoseme. Es aterrador imaginar a un muerto detrás de ti, a pocos pasos.
La sed se atora en mi estómago a la vez que llega el ser desfigurado. Observo a mi lado al desgarrado que avanza con un brazo sin responderle y sangre y piel desparramadas en el cuerpo.
Un momento… él me ignora. En cambio, algo adelante parece atraerle más que yo. El ardor del estómago es intenso. Es un vacío que tengo qué llenar; me da impulso para seguir adelante. Ali está muy cerca.
Entonces me doy cuenta, de que no es sed lo que siento, sino hambre. Hambre feroz que me consumirá si no la apago antes. Pero aquí no hay nada qué comer. Nada más que personas. Esas personas que corren fuera de mi alcance; presas aterradas por su consumidor.
Consigo recordar que conseguí salir del edificio, mas no escapar de uno de ellos, quien me mordió arrancando un pedazo de mi brazo. Entonces me infecté. Entonces me perdí, hasta ahora. Hasta que conseguí encontrar a mi prima.
Sí, quería encontrarla… pero no para ayudarla a escapar.

El hilo rojo del destino

El hilo rojo del destino. ¿Estamos unidos a las personas que queremos?





El hilo invisible que nos une a las personas que conocemos

Los japoneses tienen la creencia de que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. Es invisible y permanece atado a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar, de las circunstancias…El hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca puede romperse.

Esta leyenda surge cuando se descubre que la arteria ulnar conecta el corazón con el dedo meñique. Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones; es decir, simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos.
Incluso durante el Periodo Edo (1603 a 1867) algunas mujeres se amputaban el dedo meñique para demostrarles su amor a sus maridos. Se consideraba un símbolo de completa lealtad, algo similar a lo que hacen y siguen haciendo los “yakuzas” hoy en dia como simbolo de obediencia a su “oyabun” (jefe), (aunque en este ultimo caso tambien se atribuye esa amputación a su descendencia samurai y a su imposibilidad asi de manejar la espada).
Por eso en japonés los kanjis de “promesa de meñique” significan “dedo cortado”. Los japoneses suelen cerrar promesas haciendo una “promesa de meñique”, a la que corresponde esta canción infantil:

Promesa de meñique, si miento me tragaré mil agujas…♪
Yubikiri genman, uso tsuitara hari senbon nomasu… ♪


kanji que simboliza el destino

Una leyenda sobre este hilo rojo cuenta que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.

Pero la leyenda más popular y la que se recita en casi todos los hogares japoneses a los niños y jóvenes es esta:
“ Hace mucho tiempo, un emperador se entero de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenia la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mando traer ante su presencia.
Cuando la bruja llegó, el emperador le ordeno que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que seria su esposa; la bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina con una bebe en los brazos ofrecía sus productos.
Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invito a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y le dijo : “Aquí termina tu hilo” , pero al escuchar esto , el emperador enfureció creyendo que era una burla de la bruja , empujo a la campesina que aun llevaba a su pequeña bebe en los brazos y la hizo caer haciendo que la bebe se hiciera una gran herida en la frente , ordeno a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llego el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda y el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entro al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente.
Al levantarle el velo vio por primera vez que este hermoso rostro …. …. …. …. tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. “